Por Mario Casalla
(Especial para Punto Uno)
El martes pasado, 2 de abril, nuestro país conmemoró el ”Día del Veterano de Guerra y de los Caídos en la Guerra de Malvinas”. El acto oficial se hizo en el monumento donde están inscriptos los 649 nombres de soldados argentinos muertos durante el conflicto.
De ese número, 323 corresponden al hundimiento del crucero ARA General Belgrano por un submarino británico que lo torpedeó, encontrándose nuestro buque fuera de la zona de exclusión. La orden explícita de ese verdadero crimen de guerra la dio la entonces Primer Ministro del Reino Unido, Margaret Thatcher, alguien a quien nuestro presidente de la Nación, Javier Milei, reconoció en varios oportunidades como “una gran figura histórica”.
La desproporción de recursos con que Argentina fue llevada a esa guerra por la dictadura militar de entonces, se expresa también en números: sólo murieron 255 soldados británicos y tres habitantes de las islas Malvinas. El conflicto duró 74 días y terminó con la rendición argentina el 14 de junio, volviendo las islas al control británico. Los soldados argentinos que regresaron vivos al continente fueron ocultados de la mirada pública por esa dictadura militar que manejó el conflicto armado de manera absolutamente ineficiente.
Años más tarde se encargó al prestigioso teniente general Rattenbach un informe y sus conclusiones fueron lapidarias: recomendó penas graves para los responsables de lo que calificó como una "aventura militar" (que implicaban la pena de muerte para algunos) pero su influencia sobre el juicio posterior fue casi nula. También se lo mantuvo en reserva y sólo 30 años más tarde, en febrero del año 2012, se lo dio a publicidad. Una copia oficial completa puede consultarse en la página web https://tuit.es/iKi7N.
¿Qué pasó con los soldados salteños que pelearon en la guerra de Malvinas? Recordemos en principio que participaron con notoria bravura en combates de tierra, mar y aire; y recordemos un dato también muy importante: entre los que regresaron a nuestra provincia no hubo suicidios, como sí ocurrió en muchos otros lugares y por miles de personas. Usted amigo lector puede también tener un informe detallado de todo esto en la página del Ministerio de Gobierno de Salta, en cuyo ámbito además funciona la Comisión Provincial de Veteranos de Guerra. Pero volvamos a la génesis histórica de la causa Malvinas cuya guerra en el año 1.982 se inscribe como un trágico episodio.
1765: primera ocupación inglesa en Malvinas
No todo sería diplomacia, los ingleses sabían muy bien que para terminar de jaquear a los españoles en Sudamérica, era necesario la presencia física en los territorios disputados. De aquí su primera ocupación militar de las estratégicas islas Malvinas, en el Atlántico Sur, concretada en 1765 y que aún hoy retiene bajo su poder.
Esta historia comienza dos años antes, en 1763, cuando los ingleses terminan su guerra contra España en Filipinas, con el saqueo despiadado de Manilla y arrancándole al arzobispo de esa ciudad el compromiso de pagar cuatro millones de pesetas como indemnización de guerra. La Corona en Madrid se niega a reconocer esa deuda por tratarse de un compromiso no oficial y obtenido por la fuerza y es entonces cuando los ingleses -resueltos a cobrársela de cualquier manera- recordaron aquella isla Pepys en el Atlántico Sur (de la cual habían dejado una relación sus piratas Davies y Hawkins, dos siglos antes) y envían una expedición para tomarla, en junio de 1764. La comandaba Lord Byron -abuelo del poeta- pero no tuvieron mucha suerte: luego de buscar inútilmente por las costas patagónicas a esa supuesta Pepys, recalaron en Puerto Deseado y desde allí decidieron establecer una base en las Sebaldas o Sebaldinas, descubiertas por el holandés Sebaldo de Weert, aunque sin desembarcar en ellas, pues suponían que esas islas estarían abandonadas.
Es así que, el 11 de enero de 1765 avistan la Malvina Occidental, que llaman Falkland, y establecen un fortín en una caleta, al que bautizan Port Egmont, en homenaje al primer Lord del Almirantazgo. Allí se quedan, sin tomar posesión del resto de la isla, hasta que el comodoro Mac Bride reemplaza a Lord Byron y al explorarla descubre la colonia de Port Louis, en la Malvina Oriental, todavía en poder de los franceses. Se vuelve a Inglaterra a informar a sus superiores y allí le ordenan mantener la base en la occidental, sin inmiscuirse en la otra. Evidentemente no querían tener problemas con los franceses, siempre posibles aliados por estos lados.
España retoma el control de las islas
En el ínterin, España ya había tomado posesión de Port Louis, al que rebautizan Soledad, por acuerdo con los mismos franceses, que no querían problemas con su ahora aliado español. Una flota anglo‑española había puesto ya en posesión al gobernador Felipe Ruiz Puente, arriándose la bandera francesa para siempre el 1º de abril de 1767. Ante el reclamo español por ese establecimiento inglés en la Malvina Occidental, el ministro inglés Pitt se limitó a contestar en carta del 22 de noviembre de 1766, que abandonaría Port Egmont bajo dos singulares condiciones: una, pagar el rescate prometido por el arzobispo de Manila y otra, nada más ni nada menos que la libertad para navegar con su flota el Pacífico, entonces considerado "mar español".
Por supuesto que España no acepta ninguna de las dos condiciones y ordena desde Buenos Aires, la expulsión de los ingleses intrusos en sus islas. Francisco Bucarelli, que era el gobernador de Buenos Aires, envía una escuadrilla naval al mando del capitán Juan Ignacio de Madariaga, que zarpa en mayo de 1770 y tras un corto combate rinde a los ingleses el 6 de junio. La base queda a cargo de un oficial español, constituyendo ésta la segunda rendición militar inglesa en lo que va del siglo XVIII, ya que ocho años antes Ceballos había hecho lo mismo con la flota que lo rodeó en la Colonia del Sacramento.
Era demasiado para el "honor militar” inglés y mucho también para su estrategia comercial en el área. Es así que el rey Jorge III exige la devolución de las islas a Inglaterra y "reparar la ofensa inferida", aun cuando el suyo hubiese sido un acto de auténtico pillaje colonial. Estaban a punto de llegar a las manos con España, cuando Luis XIV de Francia le aconseja al monarca español, su nieto, evitar esa guerra y darle a los ingleses una "salida honrosa": así, a pesar de haberlos derrotado en batalla, los españoles les permiten abandonar las islas sin humillación. Para ello se las devuelve formalmente el 13 de septiembre de 1771, con el compromiso de que se retirarían por sí solos.
Demoran casi tres años, pero lo hacen el 20 de mayo de 1774, aunque dejan una placa indicando que, "la isla Falkland con este fuerte, los almacenes puertos, bahías y cabos que le pertenecen” eran propiedad de Jorge III. El virrey Vértiz ordena quitar sin más trámite esa placa, lo que se cumple en febrero de 1781 y de allí en más la soberanía española sobre las islas es ininterrumpida hasta mayo de 1810, en que Argentina las hereda de España.
Se suceden sin problemas once gobernadores españoles en Malvinas desde aquel 1774 hasta la Revolución de Mayo de 1810. Sin embargo y como veremos más adelante, la cosa no quedaría así. Las Malvinas (Falkland) eran demasiado preciosas para los intereses ingleses en Sudamérica y volverían a ocuparlas.
Sin embargo, conviene aquí hacer un resumen de la conducta inglesa a lo largo de todo ese siglo XVIII, pues resultará ilustrativa de lo que vendrá. Los hechos hasta aquí relatados, pueden sintetizarse en los siguientes puntos: 1°) Inglaterra hace base territorial en toda Hispanoamérica, a través de los "asientos de negros" -a la vez puertos claves para su flota- y monopoliza el fabuloso negocio de la esclavitud; 2°) afirma los principios de su posterior e incontenible invasión económica, esto con los "navíos de registro" y utilizando de contrabando también su propia flota negrera; 3°) consolida firmemente un aliado dependiente en el continente y en las colonias, que le servirá en múltiples ocasiones: Portugal; 4°) con la Colonia del Sacramento se enclava en el corazón rioplatense, esa "boca falsa del Perú", y allí sientan las bases de su uso en detrimento de la economía española (contrabando primero, “libre comercio” más tarde); 5°) deja sentada su pretensión sobre Malvinas y el Atlántico Sur, a pesar de su inicial derrota militar; y 6 °) gana una batalla religiosa y política de gran valor, con la expulsión de los jesuitas de las colonias americanas.
Heredadas las Malvinas de la corona española en 1810, lo que sigue es el reiterado intento para que esos derechos nos sean efectivamente reconocidos y los ingleses entreguen las islas. El gran paso tuvo lugar en 1965 cuando la Asamblea General de Naciones Unidas adoptó, por abrumadora mayoría y sin ningún voto negativo, la Resolución 2065 mediante la cual la comunidad internacional reconoció la existencia de la disputa de soberanía entre Argentina y el Reino Unido e instó a ambas partes a encontrar una solución pacífica, a la mayor brevedad.
Desde entonces Inglaterra incumple ese mandato y se niega a discutir la soberanía de las islas. A la administración Milei parece no importarle esto demasiado. Esta misma semana viajó a Ushuaia acompañando a la general Laura Richardson, jefa del Comando Sur del Ejército de los EEUU, quien vino de inspección a la zona. Estaban a 671km de las Islas Malvinas donde el Reino Unido tiene hoy la base marítima y aérea de Mount Pleasant, integrante de la OTAN en el Atlántico Sur. Un detalle harto significativo, amigo lector.