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¿Cuántas veces nos hemos sentido, tanto en el orden individual, como en familiar o en el político, ante un dilema semejante? No pocas por cierto y resolverlo nunca fue fácil ni siempre posible; si por eso entendemos no quedar definitivamente encerrados o morir en el intento de encontrar una salida.

Por Mario Casalla
(Especial para Punto Uno)

Más aún, la metáfora de un “callejón sin salida” es peor que el enigma del laberinto, porque en este último hay una salida, a pesar de que haya que derrotar al Minotauro o pasar las de Caín para llegar hasta ella. ¿Pero en el callejón sin salida, dónde está la salida?

Pues –aunque usted no lo crea, amigo lector- la hay, claro que encontrarla requiere mucha más inteligencia que fuerza. Es cosa más de políticos que de guerreros; de sabios, que de especialistas o doctores con varios diplomas; de jugadores de ajedrez, que de play station.

Siempre recuerdo la frase que el escritor paraguayo Augusto Roa Bastos pone en boca del personaje de una de sus novelas: “En un callejón sin salida, la única salida es el callejón”. Frase tan enigmática, como cierta.

Los tiempos que corren

No tengo dudas que en estos días esa sensación es la que vive –casi al unísono- todo el país. Es cierto que con las características e idiosincrasias propias de cada lugar, pero casi ninguna región del país es ajena a esta sensación de malestar generalizado.

Tanto en las grandes ciudades como en las medianas o pequeñas, así como en el campo, casi nada ni nadie escapa a este “malestar”, a esta disconformidad con lo que sucede. Las respuestas son varias: bronca, angustia, indiferencia, reproches que van y vienen y ese malestar está ultra comprimido en esta última quincena de enero. Estamos esperando que algo suceda, pero no es precisamente una espera amable.

En el orden político institucional esto se expresa en un febril trabajo parlamentario dentro del Congreso Nacional donde se están tratando, simultáneamente, un festival de Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU) y unas pomposas “Bases y Puntos de Partida para la Libertad de los Argentinos”, con más de 600 artículos remitidos por el Poder Ejecutivo. Estas últimas redactados por encargo al estudio de Federico Sturzenegger (extitular del Banco Central en la presidencia de Mauricio Macri entre 2015 y 2018 y exintegrante del equipo económico de Domingo Cavallo en el gobierno de Fernando de la Rúa, experiencias ambas que, como es bien sabido y sufrido terminó en rotundos fracasos).

Acaso el talante de este Federico se exprese mejor en un intento de poesía que tituló “Desnudo te ofrendo mi tesoro” donde dice: “…hay que ser valiente para amar, despojado y desnudo te ofrendo mi tesoro abierto de brazos y me arrodillo como ante un pelotón de fusilamiento. Hoy no estás y sólo llanto, tantas lágrimas que llenarían el mar, tantos gritos que despertarían una ciudad, tanto cansancio para que no llegue el dolor. En carne viva alzo mi brazo sangrante, no perdono a la vida, ya sin piel agito mi puño inútilmente. Quiero morir pero no puedo…”.

Claro que la política económica de Sturzenegger estuvo siempre más del lado de los que fusilaban, que en el de las víctimas que lo sufrían. Y el mamotreto económico que el presidente Milei envío al Congreso, en realidad no fue escrito para él sino para su rival en las recientes elecciones y ahora ministra de Seguridad, la también inefable Patricia Bullrich. En fin, que se compró una Ley Ómnibus llave en mano, de alguien que ni siquiera formalmente pertenece al Poder Ejecutivo y que ya juntó en su contra un centenar de recursos de amparo en el Judicial dado el carácter anticonstitucional que la inspira.

Si Alberdi resucitase, ¡volvería rápidamente a su tumba! En esta quincena que corre hay un día emblemático: el próximo miércoles 24 de enero en que presuntamente se tratarán los proyectos enviados, mientras en la calle un paro nacional con movilización- organizado inicialmente por la CGT- reunió al resto de la centrales sindicales, movimientos sociales y ciudadanía en general conformando así lo que será una verdadera multitud frente al Congreso, lo cual se replicará en cada provincia dado el carácter que tiene este paro.

El resultado es incierto y mientras escribo estas líneas la moneda gira en el aire, el presidente Milei está predicando su evangelio anarcolibertario en el Coloquio de Davos, contra lo que él llama “el socialismo de agenda global” en que supuestamente incurrirían los grandes gobiernos y poderes económicos que allí se encuentran una vez al año. ¿Tendrá idea de aquella sentencia según la cual “del ridículo no se vuelve”? Es una pena, pero mucho me parece que no. Volvamos entonces a eso de qué hacer en un callejón sin salida.

Pequeño prospecto ilustrado

Me parece que de este episodio concreto, es posible extraer algunas reglas prácticas sobre qué hacer en casos así. Si me permite el atrevimiento, son cinco y las expresaría de esta manera:

1) Advierta cuando esté en una situación así. ¿Y cuándo lo está?, cuando la única solución posible implica la autoinmolación o la eliminación del otro, o sea cuando la única opción que le queda es la guerra.

2) Ni se le ocurra avanzar por ese callejón para ver si encuentra la salida. Advierta rápidamente que la única salida es el lugar por donde entró, o sea avance hacia atrás y no crea que por eso está retrocediendo.

3) Si logró volver a la entrada, desanude la “lógica” que lo llevó a meterse en ese callejón, mire otra vez bien el mapa y recomience su camino. Si no es tonto o empecinado, verá que los callejones sin salida son en general resultado de malas decisiones (políticas), antes que trampas ineludibles o naturales de la cartografía. Enójese con usted mismo, para no tener que volver a lamentarlo, o echarle la culpa al del costado.

4) Entienda que si una política lo llevó a un callejón sin salida, no era una buena política. Cámbiela sin el menor titubeo y no crea que con eso le está concediendo algo al mapa. Su eficacia no consiste en perderse, sino en llegar, lo mejor posible y con la mayor cantidad de personas indemnes. Sólo en la guerra o en ciertas cruzadas semiteológicas, la verdad puede llegar a coincidir con la muerte. En política nunca, porque las opciones son siempre al menos dos

5) Y recuerde otro sabio consejo que también viene de Oriente: transforme los antagonismos en contradicciones. Los primeros son de a dos y generalmente requieren la eliminación de uno de ellos; las contradicciones en cambio son dialécticas (es decir de a tres) y por eso mismo pueden resolverse, sobrepasando la lucha a muerte. Esta vez el autor de la buena idea fue Mao Tse Tung (quien también tuvo una milenaria experiencia política detrás). Su tan citada frase “Que florezcan mil flores” nada tiene que ver con la jardinería, sino con lo que el hombre llamó “dialéctica de la simultaneidad de las contradicciones” (1957) y en cuya adecuada conducción fincaba para el chino el arte de no caer en callejones sin salida. Varios otros líderes latinoamericanos lo supieron también muy bien.