El presidente Electo Javier Milei (marcado hombre a hombre por su copresidente en las sombras, Mauricio Macri) puso en duda si se va a pagar o no el medio aguinaldo en el próximo mes de diciembre, tal cual lo fija la ley. Una vez más este derecho del trabajador, vuelve a estar jaqueado por el desinterés y la prepotencia.
Por Mario Casalla
(Especial para Punto Uno)
Conviene hacer un poco de historia política para darnos cuenta cómo se originó la cuestión de pagar un “sueldo anual complementario y cuál era su sentido.
El aguinaldo, amigo lector, nació en diciembre de 1945 y de inmediato se le opusieron las patronales de la época que –al mes de promulgarse el decreto- no sólo no lo pagaron, sino que declararon un lock-out patronal, en respuesta a los paros de obreros y empleados que exigían su cumplimiento (enero de 1946).
Las cosas se agravaron al mes siguiente, cuando la Suprema Corte de Justicia difundió un fallo negando facultades a las delegaciones provinciales de Trabajo para percibir multas, así como antes había desconocido al fuero laboral negándose a tomarle juramento a los Jueces del Trabajo. Si bien el triunfo de Peronismo sobre la Unión Democrática (elecciones del 24 de febrero de 1946) torció el rumbo en favor de la clase trabajadora, eso de pagar un aguinaldo nunca fue digerido del todo. Los ataques contra ese “décimo tercer sueldo” llegan hasta hoy.
Aunque nunca se logró eliminarlo completamente (a pesar de reiterados intentos desde 1955), sí se pudo partirlo en dos cuotas, esperando que la inflación se encargara de licuarlo.
Ni burgueses ni proletarios
Desde sus comienzos, el aguinaldo fue visualizado como un ícono del peronismo, por lo cual a la lógica oposición patronal se le sumó la oposición política. Lo curioso es que, en este último plano, los ataques de la izquierda fueron los más rotundos.
Mientras que la Unión Democrática silenció el tema del aguinaldo y no se pronunció durante la campaña electoral, sí lo hizo el Partido Comunista argentino conducido por Victorio Codovilla. Así, en su periódico “Orientación” (del 16 de enero de 1946), podemos leer: “El aumento de los salarios debe ser el resultado de las luchas organizadas por la propia clase obrera; el objetivo del peronismo consiste en hacer ciertas concesiones provisionales a algunos sectores obreros para destruir sus organizaciones independientes y de clase…”. Por lo cual los gremios que entonces tenían una conducción comunista (Construcción, Metalúrgicos y Alimentación, por casos), se pronunciaron a favor del lock-out patronal y en contra el aguinaldo. También lo hizo el Comité Universitario Radical de la Capital Federal, advirtiendo que el decreto de creación del aguinaldo “causará la ruina del comercio y la industria”. Por cierto, ya habían adherido a la fórmula de la Unión Democrática (Tamborini-Mosca), la FUBA y la FUA, y los centros de estudiantes de las seis universidades nacionales entonces existentes.
Disparen sobre el aguinaldo
Derrocado Perón en 1955, el gobierno de facto que le sigue (Aramburu-Rojas) se propuso explícitamente desmantelar el “régimen peronista”, calificado como “una doctrina y una posición política que ofende el sentimiento democrático del pueblo Argentino y constituye para éste una afrenta que es imprescindible borrar, porque recuerda una época de escarnio y de dolor”, según el texto del Decreto Ley 4161, del 5 de marzo de 1956.
Entre los firmantes del Decreto estaba el flamante y joven ministro de Hacienda de la “Revolución Libertadora”: el Capitán Ingeniero Álvaro Alsogaray, quien ejecutó –en el plano económico y casi a la perfección- ese imperativo de “borrar al peronismo” de la superficie del país.
Tres días después de asumir Alsogaray, el gobierno intervino la CGT (16 de noviembre de 1955) y su ministro de Hacienda empezó sistemáticamente a desmontar las conquistas obreras y la orientación general de la economía anterior. El aguinaldo no llegó a ser suprimido, pero si fue desmantelado el sistema de previsión social y la legislación laboral que lo sustentaba.
No obstante Alsogaray no se rinde y volverá a intentarlo en los tres ministerios que sucesivamente ocupó en ese período: ministro de Industria y de Economía en el gobierno de Arturo Frondizi (1958-1962) y otra vez ministro de Economía en el gobierno de José María Guido (1962-1963) reapareciendo luego como embajador en EEUU durante el gobierno de facto del Gral. Onganía (1966). Diez años antes el gobierno de la “Revolución Libertadora” había ingresado al FMI y don Álvaro ya se movía en Washington como pez en el agua.
Mientras tanto llegaba a Salta un nuevo Interventor Federal, el elegante Dr. Alejandro Lastra, acompañado de un joven que ya “prometía” y que en Salta ensayaría sus primeros pininos como ministro de Economía: se llamaba José Alfredo Martínez de Hoz, el mismo que luego sería (tristemente) famoso.
No obstante, el primer gran logro importante en pos de liquidar el aguinaldo fue (al menos) dividirlo: el mérito fue de otro ministro de Economía tristemente célebre, Adalbert Krieger Vasena, durante la dictadura de Onganía (1966-1970). A partir de 1968 (por decreto-ley 17620) el aguinaldo pasó a abonarse en dos cuotas, la primera mitad en junio y la segunda en diciembre; así llega hasta nosotros: flaco y en dos cuotas.
Los manotazos sucesivos
En el camino hubo dos excepciones: el gobierno peronista, que lo vuelve a pagar completo en 1974 (incorporándolo a una nueva Ley de Contrato de Trabajo); y más tarde el gobierno radical de Raúl Alfonsín en 1984 (con la Ley 23081, para protegerlo de la inflación).
Debemos a Cavallo dos fuertes manotazos sobre el aguinaldo, el primero fue en el año 1992 (durante el gobierno de Carlos Menem) cuando intentó dividirlo en 12 cuotas; el segundo en el año 2001, esta vez como ministro de Economía del gobierno de Fernando de la Rúa, cuando propuso -lisa y llanamente- eliminarlo. En el primero de los casos invocando la necesidad de mantener el Plan de Convertibilidad y en el segundo, por la baja en la recaudación impositiva. Ahora la carga la lleva adelante el presidente electo Javier Milei. O sea que, sesenta y ocho años después de haber sido creado, el aguinaldo sigue siendo visto –por las patronales y algunos gobiernos- como una suerte de regalo o gracia que se le hace a los trabajadores y no como un derecho legítimo, basado además en un cálculo exacto de los días anuales efectivamente trabajados.
Porque adviértase que el “año laboral” (es decir, los días efectivamente trabajados por el empleado), es mayor que el “año administrativo” (los doce meses, uniformados en cuatro semanas cada uno, utilizado para liquidar sueldos). Como usted bien sabe, todos los meses no tienen el mismo número de días (algunos tienen 30 y otros 31) y de esta manera al trabajador se le pagaban sólo 48 semanas y los cuatro restantes se omitían: por eso se agregó un “Sueldo Anual Complementario”.
Así que las cuentas “cierran” y ahora es el turno de Milei, quien sigue sin saber sumar y restar, o acaso lo hace con una calculadora que no es la de la estricta justicia para las grandes mayorías.