11 11 casallaHace algunos años mi amigo y director de la revista Claves, Pedro González, me invitó a escribir una nota sobre Arturo Jauretche para el número cien de esa publicación.

Por Mario Casalla

Mi alegría fue doble: porque una revista cultural había alcanzado esa cifra inusual entre nosotros y porque sobre Salta había tenido yo oportunidad de hablar con don Arturo, aquí en Buenos Aires, una calurosa tarde del verano de 1974.

Pedro González ya no está entre nosotros, pero la revista Claves se puede encontrar en la web gracias a la labor de recopilación de su hija Alejandra González y de su compañera Yolanda Fernández Acevedo.

Trataba yo a Jauretche desde mediados de la década de los sesenta –como un joven estudiante de Filosofía en la UBA- y por eso resultó natural que posteriormente viajara a Buenos Aires para invitarlo a dar un par de conferencias en Salta.

Me recibió con la cordialidad de siempre, pero debo aclarar que no tuve éxito en el convite. Por problemas de salud y de agenda don Arturo no pudo venir a Salta en aquella ocasión, pero a cambio recibí de él –en el curso de esa conversación- un largo relato sobre su primera estadía en Salta y sobre las vivencias que ella despertó en su juventud.

En el momento de esa entrevista (1974), tenía yo prácticamente la misma edad que cuando Jauretche llegó por primera vez a nuestra provincia (1927) y estaba igualmente impactado. No diré que lo que me recordó era inédito -como se verá- pero la recreación personal de los hechos, el énfasis de su voz, los gestos explicativos y la voluntad didáctica de aclararme como era aquella Salta de los años ’20 me dictan estas líneas casi cincuenta años después.

 

La segunda batalla yrigoyenista

Don Arturo Jauretche llegó por tren a Salta -previa escala política en Santiago del Estero- en noviembre de 1927, para participar de las elecciones de gobernador que tuvieron lugar el 4 de diciembre de ese mismo año. Vino a hacer campaña por la fórmula de la Unión Cívica Radical, que entonces encabezaba el Dr. Julio Cornejo, la cual a la postre resultó triunfante en aquellos comicios bravos. Recordaba los números casi de memoria: 9605 votos para la UCR, contra 9247 de la Unión Provincial. Ajustadísima, pero había sido “su” primera victoria política; algo fundamental porque el grupo de jóvenes bonaerenses que venían al NOA a ayudar en las elecciones de gobernadores (de Salta, Santiago del Estero y Tucumán) había sido comisionado en persona por el mismísimo Hipólito Irigoyen, quien los recibió y arengó en su mítica casona de la calle Brasil.

Pero antes de relatar esa aventura salteña de Jauretche, permítaseme dar un panorama del contexto político nacional en que se desenvolvía el segundo acto del drama yrigoyenista.

Siete meses antes de ese viaje a Salta, en Buenos Aires el alvearismo había consumado su deserción ideológica, aliándose con sus tradicionales adversarios: el enemigo había dejado de ser el Régimen (“falaz y descreído”), para ocupar ese lugar el “personalismo de Yrigoyen”. Por ello, “para salvar a la nación de la siniestra amenaza” –como dicen en su documento fundacional- se crea la Confederación de la Derecha, que concentrará todas sus fuerzas en la fórmula antipersonalista de un Frente Unico.

Así, por invitación de Julito Roca, presidente del Partido Demócrata de Buenos Aires, se reúne el alvearismo radical con representantes de los conservadores bonaerenses y sanjuaninos, los autonomistas y liberales de Corrientes, los liberales de San Luis, Mendoza y Tucumán y los provincialistas de Salta, naciendo este antecedente de la “Unión Democrática” de 1946.

Poco después la convención antipersonalista de la UCR –con la intervención directa del entonces presidente de la República, Marcelo T. de Alvear- consagra, el 27 de abril de 1927, la fórmula “antipersonalista”: Vicente Gallo-Leopoldo Melo, apresuradamente bautizada como “fórmula de la victoria”. Yrigoyen como siempre, observaba estoicamente desde su piecita en la calle Brasil –esa misma donde, durante la primera presidencia, citaba a sus ministros y les convidaba con cerveza y algún que otro fiambre- pero sabía que las elecciones a gobernador –que precederían a la gran batalla presidencial de 1928- serían claves. Operarían como bola de nieve, en una u otra dirección.

En este contexto había que ganar Salta en los comicios de diciembre del 27 –los primeros de una larga carrera de elecciones provinciales- y después Tucumán, al mes siguiente. Y esa fue la segunda vez en que don Arturo Jauretche estuvo delante de Hipólito Irigoyen. El nuevo grupo de jóvenes que lo visita en 1927 (entre ellos Jauretche ya era una figura en “La Décima Radical”), sale cautivado por don Hipólito y dispuestos a viajar al norte para ganar las elecciones.

 

Salta fue una fiesta

No era Salta una provincia precisamente yrigoyenista. Mientras Irigoyen era gobierno nacional, en Salta gobernaba Abraham Cornejo, retomando un largo ciclo conservador iniciado por el emblemático Robustiano Patrón Costas en 1913. Pero el gobierno de Cornejo no llegó a buen puerto, Irigoyen intervino la provincia en 1918, designado interventor federal a Emilio Giménez Zapiola. En ocho meses Salta tuvo tres interventores federales, el último de los cuales llama a elecciones, ganando el radical Joaquín Castellanos. Pero la estabilidad política provincial –tensionada entre radicales y conservadores- estaba lejos de lograrse. Castellanos pide licencia a los dos días de asumir, luego retoma el mando y tras cartón pide una nueva y más prolongada licencia, períodos en los que es sustituido por el presidente del Senado provincial Juan B. Peñalba.

En 1921 Castellanos renuncia, en medio de la instauración de su juicio político promovido por los conservadores. Yrigoyen no se amilana y vuelve a intervenir la provincia, designando Interventor Federal, el Dr. Arturo S. Torino, quien convoca a elecciones que vuelven a ganar los radicales.

Adolfo Güemes es elegido gobernador, lo hace por tres años y el 1 de mayo de 1925 debe entregar el mando a un nuevo conservador que ha ganado las elecciones: el Dr. Joaquín Corbalán, quien gobernará Salta, con mano dura, hasta el 1 de mayo de 1928, en que cederá el gobierno al radical Julio Cornejo, hasta la revolución militar del 6 de septiembre de 1930.

Para trabajar a favor de esta candidatura radical, viajó a Salta en noviembre de 1927 el joven Arturo Jauretche. En aquella tarde/noche porteña de 1974 -poco después de la muerte del presidente Juan D. Perón y en el prólogo infausto de lo que advendría- don Arturo, ya maduro, recordaba las vivencias de ese joven de 27 años, de milicia política en Salta.

Lo escuchaba yo con total atención y al regresar entonces a mi casa salteña, pude comprobar en mi biblioteca aquello que había escuchado por boca del propio autor. Cosas hilvanadas de otro modo y contadas por el propio autor, cosas que fueron transcriptas, circunstancialmente, en varias de sus obras, además de otras que no había leído antes.

Con todas estas vivencias salteñas bulléndole en la cabeza y con la alegría de los triunfos radicales en Salta y Jujuy, el joven Jauretche vuelve a Buenos Aires y retoma sus siempre descuidados estudios de Derecho.

Ese mismo mes, más concretamente el 24 de marzo de 1928, en un acto realizado en el teatro de la Opera de Buenos Aires, la convención del radicalismo yrigoyenista proclama la otra fórmula presidencial: Hipólito Yrigoyen-Francisco Beiró. El domingo 1 de abril de ese mismo año, el yrigoyenismo duplica en las urnas a la supuesta “fórmula de la victoria”: la UCR saca 838.583 votos, correspondientes a 245 electores, mientras que la Confederación de la Derecha (Melo-Gallo) sólo consigue 414.026 votos, es decir 71 electores. Estaba tan seguro don Hipólito de su victoria que, apenas proclamada la fórmula, mandó una nota a la Sociedad de Beneficencia donando sus sueldos como presidente de la Nación “a favor del infortunio desvalido y de la pobreza sin amparo”, igual que durante los seis años de su primera presidencia.

El joven Jauretche volvió a derramar una lágrima, igual que cuando Adolfo y Luis Güemes le contaron meses antes en Salta el sentido profundo del “fuero gaucho”.