Por muchas semanas más, de acá hasta octubre, en cada lugar de trabajo o estudio, en cada mesa familiar, en cada colectivo, en las salas de espera de consultorios y hospitales, en el almacén del barrio y en cada fila de supermercado, se seguirá hablando de los resultados que arrojaron las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias del domingo pasado.
Por Antonio Marocco
Todos tienen una explicación y un pronóstico, aunque queden más de dos meses por delante.
La sociedad argentina es una sociedad politizada, y quizás ese sea uno de los puntos más importantes a valorar. A 40 años de haber dejado atrás la dictadura más sangrienta de nuestra historia, los argentinos hemos demostrado un compromiso inquebrantable con la democracia como método por excelencia para elegir los destinos de nuestra Nación.
Destaco este punto porque considero que no es menor. Mientras los gurúes de la televisión pronosticaban una participación mínima histórica, la realidad demostró lo contrario: y la masiva movilización espontánea echó por tierra el mito de las estructuras partidarias. Los analistas, al menos los que ocupan las cámaras del prime time, erraron sobre eso y también sobre los resultados. Otra vez.
Las encuestas que intentaron instalar desde Buenos Aires insistían con un primer lugar rotundo para el espacio Juntos por el Cambio. Sin embargo, había sido la propia vicepresidenta, Cristina Fernández de Kirchner, la que había anticipado una elección de tercios hace ya varios meses atrás, advirtiendo sobre la elección que realizaría el candidato neolibertario Javier Milei.
Así las cosas, tras las PASO del domingo 13 se abre un nuevo escenario con final abierto de cara a las generales de octubre. La lucha será por entrar al balotaje. Y el signo de los próximos 4 años de gobierno, para usar una metáfora futbolera, se definirán por penales.
En estas circunstancias se hace imperante un replanteo hacia el interior del peronismo que, frente a los adversarios electos en las PASO, quedó posicionado como la única fuerza capaz de preservar los valores populares de la justicia social, la libertad y la igualdad de oportunidades.
A la luz de la experiencia histórica, se hace imperante recuperar la bandera del futuro, de las propuestas, de la esperanza, de las formas de progreso posibles y deseables. La campaña del miedo no es efectiva cuando el mediocre presente no es mucho más alentador que el abominable futuro hipotético.
Si hay algo que siempre ha caracterizado al liderazgo del peronismo es su vocación disruptiva de superación. Es imposible conquistar a las mayorías populares ofreciendo un modelo de gobierno que, o no soluciona los problemas de fondo, o, directamente, está pensado para un mundo que ya no existe más.
Perón no proponía lo mismo para su primera presidencia que para la segunda o la tercera. Menem no prometía la continuidad programática de Ítalo Lúder o Antonio Cafiero; mucho menos Kirchner proponía recuperar la gestión Menem.
Tampoco Cristina Fernández proponía para su gobierno lo mismo que Néstor Kirchner; ni Alberto Fernández una vuelta a la gestión 2007-2015.
Es que el peronismo siempre ha entendido muy bien que en las elecciones, la gente, el pueblo o los ciudadanos, como quiera llamarlo, se juega mucho más el futuro que el pasado.
Por eso el peronismo y los sectores populares deben recuperar su capacidad de imaginar el porvenir de una manera concreta, creíble y esperanzadora.
El campo popular, el nacionalismo y el progresismo todo, tiene que ser capaz de ofrecer algo más que una barrera contra el avance del neoliberalismo económico y el conservadurismo social.
Columna emitida por FM Aries el 17 de agosto de 2023.