columna maroccoArrancamos diciembre, un mes siempre sentido en la liturgia del pueblo argentino. Mes difícil muchas veces por lo social y lo económico. Porque si siempre duele no llegar a fin de mes en la Argentina de la inflación, en diciembre duele mucho más.

Por Antonio Marocco

Todavía muchos guardamos el recuerdo fresco de lo que fue la crisis social y el estallido del 2001: corralito, saqueos, devaluación, represión y que se vayan todos. El país crujió. Pero no es la intención en esta columna hablar de historia. Pero siempre hay que tenerla en cuenta, sobre todo para entender el presente e imaginar el futuro.

Este diciembre arranca con la alegría de una Selección que despertó el buen juego e ilusiona. Arranca diciembre también con grandes desafíos políticos, sociales y económicos para la dirigencia. Y no hablo solo de la dirigencia política: hablo también de la dirigencia empresarial y la dirigencia gremial.

La mesa de los argentinos y las fiestas en paz dependen del esfuerzo de todos. Debemos ser capaces de encontrar puntos de acuerdo, construir la armonía que se precisa para terminar un año crispado y arrancar un 2023 que esperemos sea mejor.

Por supuesto, con compulsa de proyectos y debates encendidos pero honestos. En Salta, y como la coyuntura exige, el Gobierno se encuentra haciendo frente con la gestión a problemas estructurales que arrastran algunas décadas en la provincia. Siempre se eligió el camino del futuro porque las adversidades jamás fueron excusas: pandemia, crisis económica y emergencia sociosanitaria en el norte.

Mientras se atienden las urgencias, también avanzan las políticas de desarrollo, acompañando con inversiones e infraestructura al sector productivo. Los indicadores empiezan a mejorar y estoy convencido de que los salteños empezaron a percibirlo.

En la vereda del frente, hay quienes también llevan la agenda a la orden del día, aunque mas no sea para la venta de humo o fotos. A falta de proyectos superadores concretos, la articulación entre los sectores más antagónicos de la oposición salteña se justifica más por la confluencia forzada de ambiciones personales que en la convicción genuina colectiva.

Y en política, ya deberían saberlo, no siempre dos más dos es cuatro.