El Negro Alejandro Dolina suele decir que siempre es mejor enfrentar los partidos importantes con amigos, porque, en caso de perder, la derrota se hace más llevadera y la angustia se mitiga, mientras que -en el caso de la victoria- la alegría al ser compartida con nuestros compañeros es infinitamente más grande.
Por Antonio Marocco
Y eso tiene, desde luego, mucho más sentido que el marcador final en sí.
La metáfora del creador de Las crónicas del Ángel Gris y La Venganza será Terrible, aplica tanto más para la vida que para el fútbol. Y, de alguna manera, pienso que también podría servir para los que abrazamos la política como una causa del género humano que trasciende resultados y coyunturas.
En la modernidad, el valor de la amistad y el compañerismo, el valor de defender una camiseta, o el valor de compartir un proyecto común suele entrar en contradicción permanente con las premisas que impone una globalización dominada por la búsqueda del éxito individual a cualquier costa.
Los aparatos de propaganda del neoliberalismo trabajan en la construcción de un sentido hegemónico que desprecia todo lo que tenga aroma popular o colectivo. En simultáneo, ensalza los casos de éxito individual y los desprende de toda generalidad social, política o económica.
Y no se trata -como acusan los liberales a los gobiernos populares- de despreciar el mérito particular de los individuos, sino de entender que la preparación, el esfuerzo y el empeño sólo son posibles y obtienen buenos resultados en contextos en los que se garantizan oportunidades para la ciudadanía en su conjunto.
Las oportunidades, cuando están reservadas para unos pocos, no son oportunidades sino privilegios.
Así las cosas, el triunfo democrático de Lula en Brasil frente a un oficialismo que ha utilizado todos los resortes del poder para denostarlo, es sin duda un aliciente para los sectores populares que vienen sosteniendo la batalla cultural. Una revelación de que, a pesar de los sinsabores, mantener las convicciones sirve para llegar a buen puerto.
Volviendo al pago, en Salta se vienen tiempos electorales y el escenario político empezó a moverse.
Por el lado del espacio que encabeza el gobernador Gustavo Sáenz, las cosas están más claras y siguen el camino trazado incluso mucho antes de 2019, pues se asienta en convicciones honestas y un programa de gestión tangible y sólido.
Todos saben, los que acompañaron y los que no, que este Gobierno viene construyendo un proyecto político federal de inclusión y desarrollo desde hace tiempo. Saben que el gobernador fue uno de los pocos que se animó a plantear, cuando era legislador, la Reforma de la Constitución para limitar los mandatos y terminar con los cargos vitalicios. Y todos saben que lo cumplimos.
Se sabe que a este Gobierno le tocó gestionar una pandemia y una crisis económica sin precedentes en las últimas décadas, y se sabe que siempre se priorizó la salud, la vida y el trabajo de los salteños. Y no solo en Capital, sino en los 23 departamentos y 60 municipios, recuperando el sistema de salud pública en toda la provincia.
Se sabe que la gestión que buscará la reelección estuvo impregnada en cada área de gobierno por el federalismo: atendiendo las necesidades en toda la geografía salteña y distribuyendo de manera equitativa los recursos, reforzando la ayuda en aquellos sectores que históricamente fueron más postergados.
Es el mismo federalismo que se trasladó al Norte Grande para luchar junto a otras 9 provincias y trabajar en conjunto, generando inversiones y reclamando lo que nos corresponde para reducir las asimetrías de nuestra región con el centro del país. Se lograron, además de inversiones en infraestructura, tarifas diferenciales, mejores subsidios y promociones fiscales para la generación de empleo.
Nuestro Gobierno es claro, y no en sus declamaciones, sino fundamentalmente en los hechos. Tiene un programa serio y contundente, que además no solo involucra al Estado, sino también a los sectores de la producción y el trabajo, y principalmente a la ciudadanía de a pie.
En definitiva, si para algunos el panorama político no está del todo claro, quizás sea porque están mirando la disgregación de la oposición, que no fue capaz de ofrecer en todos estos años un programa de gobierno alternativo. Y es que es claro, cuando la especulación y el oportunismo se dilata demasiado, queda poco tiempo y margen para el trabajo en serio.