En mayo de 1974 existía un acalorado debate entre quienes cuestionaban el liderazgo de Perón, y quienes permanecían leales a su proyecto político. Esa discusión se había instalado dentro del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo, en el que participaba el padre Carlos Mugica.
Por Aldo Duzdevich (*)
El sábado 11 de mayo de 1974, a las 20:15 hs, el padre Carlos Mugica fue asesinado en la puerta de la parroquia San Francisco Solano del barrio Mataderos. Quienes leyeron el diario La Opinión del domingo 12, se encontraron en la tapa con la trágica noticia: “Asesinaron en Mataderos al padre Mugica”. Y en la pagina 9, una nota de opinión, firmada por Carlos Mugica que llevaba por título “Reafirmando el liderazgo de Perón. El Movimiento del Tercer Mundo pide a la juventud que no deserte del actual proceso”.
En la nota de tapa, luego de describir el atentado, el cronista concluía: “El padre Mugica, que desde antiguo profesaba admiración por las ideas justicialistas, en los últimos tiempos entró en disidencia con los sectores juveniles radicalizados del movimiento -con quiénes mantuvo estrechas vinculaciones- al elegir el acatamiento a los postulados del General Juan Domingo Perón según lo demuestra el artículo que lleva su firma y que se publica en esta edición de La Opinión página 9”.
Periódicamente, Carlos Mugica escribía en el diario que dirigía Jacobo Timerman, y en el diario Mayoría de Tulio Jacovella. Esto le generaba criticas desde el diario Noticias -propiedad de Montoneros- dirigido por Miguel Bonasso, quien lo acusaba de escribir en los medios de prensa “del enemigo”.
El jueves 9, Carlos dejó en la mesa de redacción de La Opinión, el texto para publicar el domingo 12, sin saber que estaba escribiendo su ultima nota. Una suerte de testamento donde reafirmaba su lealtad a Perón y al Pueblo y cuestionaba que “En definitiva no son las minorías 'lúcidas' o 'las élites intelectuales' quienes han de decidir y mucho menos imponer un ideal revolucionario importado, sino el pueblo mayoritario”.
Carlos fue el 1º de mayo al acto, a apoyar a Perón. Allí fue abucheado por algunos jóvenes que se retiraban de la plaza. Ese día en la revista Las Bases, Carlos Mugica, Arturo Jauretche, y el jesuita Ismael Quiles entre otros, publicaron textos titulados “Conformes General”, en abierta respuesta a la JP-Montoneros.
Unos días antes había declarado en el diario Mayoría: “El socialismo dogmático peca de cientificismo. Es aristocratizante, desconfía del pueblo, de la capacidad popular, lo menosprecia. Para nosotros, la única metodología válida, en cambio, es cuando el pueblo participa, cuando crea y es protagonista de una alternativa liberadora. Por eso, no es cierto que los curas del Tercer mundo se alejen de la Tendencia. La fórmula correcta sería que la Tendencia se aleja de los curas del Tercer mundo cómo se había alejado del pueblo y del General Perón.”
En ese momento histórico, existía un acalorado debate entre quienes cuestionaban el liderazgo de Perón y proponían avanzar hacia el socialismo construyendo una vanguardia revolucionaria armada, y quienes permanecían leales a Perón y a su proyecto político. Este debate se había instalado dentro del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo (MSTM). Allí habían surgido tres sectores: “los movimientistas” donde militaba Mugica; los del “peronismo critico” cercano a la Tendencia y los de “izquierda” cercanos al troskista Ejercito Revolucionario del Pueblo ERP.
La nota de La Opinión comienza refiriéndose al documento emitido el 29 de abril por el grupo del MSTM de Capital Federal (en el cual militaba Mugica), donde se exponían diferencias eclesiales y políticas, que habían surgido en las ultimas reuniones de este movimiento.
Dice Mugica: “El documento difundido el 29 de abril por los sacerdotes del Tercer Mundo de la Capital viene a ser una suerte de acta de refundación del movimiento por eso comienza diciendo: “Hoy nuestra patria vive un proceso histórico, muy distinto a aquel cuyas circunstancias rodearon el accionar de nuestro movimiento, durante los últimos años: una autoridad realmente legítima con un claro sentido popular, rige la marcha de nuestro pueblo. En el seno del movimiento, se han ido dando opciones, que a nuestro parecer, se fueron apartando de las coincidencias iniciales, y han dado lugar a divergencias hoy ya inocultables”.
En los párrafos siguientes, Mugica expone cuales son esas diferencias respecto la concepción de la Iglesia. Hace una defensa del celibato sacerdotal y de su opción de mantenerse dentro de la Iglesia y evitar la tentación de quienes quieren crear una Iglesia “paralela” a la oficial.
Luego vuelve a referirse al debate político: “Hay quienes juzgan la presente coyuntura a partir de modelos ideológicos dependientes de una “cultura ilustrada” que nos viene desde afuera, elitista y a fin a nuestras clases medias intelectualizadas. Muchos otros, en cambio atentos a la realidad histórica y global de nuestro pueblo comprobamos la existencia de un largo y creciente proceso popular, que ya hace ya más de 30 años, a pesar de sus poderosos enemigos aún vigentes, mantiene su consistencia cada vez más masiva y su adhesión a un jefe en quién deposita su inquebrantable confianza. En definitiva, no son las minorías “lúcidas” o las “elites intelectuales” quienes han de decidir y mucho menos imponer un ideal revolucionario importado, si no el pueblo mayoritario.”
“Esta actitud ideologista puede llevar algunos sacerdotes a participar en hechos de violencia. Ciertamente no podemos dudar de su generosidad y sinceridad. Pero el corset ideológico puede llevarnos a veces muy lejos de la realidad. Como ya lo hemos afirmado en dos ocasiones anteriores, hoy, los hechos de violencia realizados por individuos o grupos, no pueden de ninguna manera, pretender la menor justificación política, ni mucho menos moral”.
“Coherentes con nuestra posición inicial (…) hemos sostenido que la violencia y la insurrección revolucionaria, puede en algunas circunstancias y bajo precisas condiciones ser legitimas. Hoy, son precisamente las circunstancias las que han variado fundamentalmente: el pueblo se ha podido expresar libremente, se ha dado sus legítimas autoridades, que van dando los pasos necesarios para la total institucionalización del país. Por lo tanto la elección de esta vía para imponer sus proyectos políticos, demuestra por sí misma que procede de grupos ultra-minoritarios, políticamente desesperados y en abierta contradicción con el actual sentir y la expresa voluntad del pueblo”.
“La juventud está en una encrucijada: optar por la revolución nacional que se nutre de nuestra esencia cristiana y popular, incorporándose a la fuerza del nuevo orden revolucionario, como lo señaló el presidente Perón en su trascendente mensaje al Congreso (...). O hacerlo por el socialismo dogmático, es decir por un modelo ideológico colonial que niega la posesión de la verdad revolucionaria al pueblo para reservarla a una élite “científica” o al partido. Actitud que lleva a Lenin a reconocer que la dictadura del proletariado, se convirtió en dictadura sobre el proletariado”.
“Fue doloroso que muchos jóvenes se fueran de la plaza. Por experiencia personal sé que no pocos están meditando serenamente su actitud futura. La lectura atenta del mensaje del presidente al Congreso puede ayudar a iluminarnos. Afirmar que todos los que se fueron son marxistas, es sucumbir a la tentación del ideologismo que se le reprocha. Es imperioso que la mayoría de ellos que se proclaman cristianos, con una oreja puesta en el evangelio que nos traza un programa de vida duro, exigente, heroico, y con otra puesta en el pueblo, en los grasas y descamisados por los que Evita quemó su vida, brinden su aporte generoso e indispensable a este proceso histórico que debe culminar con la desaparición del gran pecado de nuestro tiempo la explotación del hombre por el hombre”.
En mayo de 1974, el país estaba ingresando a una dinámica de polarización violenta entre esos “grupos ultra-minoritarios, políticamente desesperados” de izquierda y derecha. Y ambos bandos tenían reproches para cobrarle al padre Carlos. Ambos bandos comenzaban a dirimir sus cuentas a balazos. Hay quienes dicen que Carlos transitaba por el peligroso camino del medio. Esa noche quince balazos a quemarropa lo sacaron de su camino e hicieron realidad su frase: “Nada ni nadie me impedirá servir a Jesucristo y a su Iglesia, luchando junto a los pobres por su liberación. Si el Señor me concede el privilegio, que no merezco, de perder la vida en esta empresa, estoy a su disposición”.
(*) Autor de "Salvados por Francisco" y "La Lealtad. Los montoneros que se quedaron con Perón".