Por Aldo Duzdevich (*)
A las 17:30 del sábado 4 de abril de 1970, en una vieja casona de White 126, una violenta explosión de pólvora aluminizada dejó mal heridos a dos jóvenes: Norberto Atrip de 22 años y Enrique Celesia de 23. Ambos fueron puestos bajo custodia policial. A las pocas horas fueron detenidos Carlos Caramelo Gómez y Jorge Felipe Di Lello, sindicado como el jefe de la célula “subversiva”.
En abril de 1970 reinaba el dictador Juan Carlos Onganía, quien encabezó el golpe de 1966, auto-titulado “Revolución Argentina”. Onganía había declarado: “la revolución no tiene plazos sino objetivos”. Esos objetivos no explicitados eran: uno, cerrarle las puertas al peronismo hasta que muriese Perón en Madrid; y segundo, evitar que se instauren las guerrillas izquierdistas en la Argentina. Justamente, fueron esos los dos objetivos que consiguió, pero al revés.
El mundo bullía de revoluciones y luchas armadas. Los combates en Vietman ocupaban las tapas de los diarios. En Uruguay los Tupamaros exhibían un gran despliegue. Latinoamérica estaba en ebullición. En 1967 había muerto el Che en Bolivia; en 1968 en Tucumán habían sido detenidos los guerrilleros de las FAP (Fuerzas Armadas Peronistas); en 1969 se encadenaron el Correntinazo, el Rosariazo y el Cordobazo. 1970 daba la campana de largada de los grupos armados. La FAP (Fuerzas Armadas Peronista) asaltaba la Prefectura de Tigre. En mayo con Aramburu se darían a conocer los Montoneros y dos meses después con la toma de Garín, las FAR.
Existían ya una cantidad de pequeños grupos peronistas y no peronistas que se decidían por la lucha armada. Según escribió Mario Colonna (1983) “en sus inicios, una orga era un grupo de cuatro o cinco amigos, equipados con un mimeógrafo y un revolver 38 viejo”. Estos pequeños grupos -algunos vinculados a la anterior Resistencia Peronista-, luego se fueron sumando a las organizaciónes más grandes. Ese fue el caso del grupo de Jorge Di Lello, que tenía por referente al legendario resistente Héctor Spina.
Según cuenta Enrique Celesia: “cuando llegó a nuestras manos un documento de las FAP lo encaramos a Di Lello y Canseco y les dijimos nosotros coincidimos en todo lo que dicen; porque no nos sumamos a estos tipos, al final, nosotros estamos haciendo bombas panfleteras con la receta de Doña Petrona”. Y... la explosión les dio la razón.
Cuenta Celesia: “Estábamos haciendo mechas. Con un piolín, que se humedecía en goma arábiga y se apanaba en un plato con pólvora negra, después las colgábamos en una soga para que se sequen. Estábamos sentados en un patio, con frascos de pólvora arriba de la mesa. El Turco me dice, “che acá quedaron unos grumos en la mezcla, que hago lo muelo?”, yo no preste mucha atención y dije... si dale. Agarro las piedritas las metió en un mortero las golpeó... y bummmm. Creo que nos salvamos porque estábamos muy cerca y la onda nos paso por arriba. Yo tenía la vista nublada y heridas en el cuerpo. Pero el Turco había perdido una mano y tres dedos de la otra. Como pude, salí afuera diciendo “explotó una garrafa”.
“Cuando llegaron los bomberos y la policía, se dieron cuenta que era pólvora e inmediatamente montaron un operativo. Primero detuvieron a Caramelo, que le había pedido la casa a una prima. Después a Di Lello y varios mas vinculados al grupo. Por mi libretita de direcciones demoraron varios muchachos que solo eran amigos y no tenían nada que ver con la militancia”.
La investigación estaba a cargo del Comisario Inspector Alberto Villar (asesinado por Montoneros en 1974). Los detenidos: Jorge Di Lelllo, Enrique Celesia, Norberto Atrip, Carlos Caramelo Gómez, Norberto Restituto García, Silvia Corazza y Miguel Spivacov, fueron puestos a disposición del juez Miguel A. Inchausti. Permanecieron prófugos Emilio Canseco y Héctor Spina. Según el diario La Nación “varios de ellos son partidarios del “tirano prófugo”. Es llamativo que todavía en 1970 La Nación y La Prensa no nombraban a Perón por su nombre sino que seguían con el léxico de 1955 “tiranía despuesta” o “tirano prófugo”.
Es importante tener en cuenta la diferencia de procedimientos entre esta dictadura del 66-73 y lo que vino después del 76. Los detenidos por “actividades subversivas”, aunque a veces eran golpeados y torturados, tenían que ser puestos a disposición de un juez (sin muchas garantías procesales) pero, podían ser vistos por sus familiares, la prensa, y defendidos por abogados. En este caso fueron defendidos por Ortega Peña y Duhalde.
El 14 de abril los detenidos fueron llevados a declarar en tribunales. El cronista de La Nación describe la escena: “A las 11 el ómnibus de la Guardia de Infantería llegó a la comisaría 40. Minutos después salieron los tres procesados, sujetos cada uno a un suboficial mediante una esposa en la muñeca derecha. En primer término apareció Jorge Felipe Di Lello, señalado como el jefe de la célula terrorista. Vestía pantalón vaquero, pullover oscuro, una chomba blanca y mocasines. Cuando llegó a la calle Remedios, cuyo vecindario se había reunido junto a los hombres de prensa, alzó la vista y miró sonriente a todos.” En los 90 recordará Cacho El Kadri en su nota “Los hijos de Perón”: “Y cuando nos tocaba perder, perdíamos. Calladitos, nomás. Pero de pie. Con la “mirada desafiante” como decían las crónicas policiales” .
Celessia y Atrip fueron condenados a tres años de prisión. Di Lello y García a dos. Silvia Corazza fue liberada, después militó en Montoneros y fue detenida desaparecida en 1977. Hector Spina siguió militando en distintos grupos peronistas.
Al salir de la cárcel, Celesia y Atrip volvieron a militar en el grupo “los Calamares” de telefónicos con Guillán, y vinculados a las FAP hasta 1973, cuando junto a El Kadri, Amanda Peralta y otros, decidieron dejar las armas. Norberto Atrip fue nuevamente detenido el 24 de marzo del 76 “por portación de antecedentes”, paso dos años en la cárcel, se exilió en Dinamarca y en 2006 volvió a su pueblo natal, San Pedro. Enrique Celesia, perdió a su hermano militante montonero en 1977; se hizo navegante solitario, y goza de buena salud y memoria. Carlos Caramelo Gómez se recibió de médico y viajó a España, allí atendía gratis a la colonia de exiliados argentinos.
Quien escribe conoció a Jorge Di Lello hace un par de años. Quedo pendiente una invitación a tomar unos mates “así te cuento mi historia”. Mates que uno deja pendiente porque todavía cree que tenemos 20 años. Jorge falleció el 27 de febrero del 2021. No tuve su versión, pero por amigos, pude reconstruir la historia del Fiscal Federal que con humor decía “yo en la Justicia empecé de abajo... empecé de preso”.
(*) Autor de "Salvados por Francisco" y "La Lealtad. Los montoneros que se quedaron con Perón".