Por Aldo Duzdevich (*)
El 30 de noviembre de 1960, durante el gobierno de Arturo Frondizi que había traicionado el acuerdo realizado con el peronismo, se produjo el último intento de alzamiento militar apoyado por la Resistencia Peronista.
A sus 83 años el arquitecto rosarino Miguel Ángel Montes recuerda: “El 29 de noviembre de 1960 fue un día muy caluroso, la noche se presentaba hermosa con una luna brillante. Contrastando con la belleza de la noche, un grupo de jóvenes peronistas salíamos dispuestos a morir. Algunos compañeros sostienen que hacía frío, otros no; es que cuando la cara de la muerte te mira de frente, podés sentir las más raras sensaciones”.
“Avanzamos en caravana de autos hasta la puerta del Casino de Oficiales. Del primer auto se baja el coronel Julio Barredo y se acerca el puesto de guardia, gritando “soldado entregue el arma”. Introduce la mano por las rejas tomándole el fusil, se oye un disparo, el soldado cae herido en una pierna, y entonces el infierno de balas y más balas. Barredo cae herido de muerte. El mayor Quiroga ordena la dispersión. Yo corrí entre la lluvia de balas, me parecieron miles de metros, después que fui a ver, era una pequeña distancia.”
“El otro grupo que tomo la guardia, pudo entrar sin inconvenientes y se hizo fuerte en ese sector, que es donde luego se produce un largo tiroteo con las tropas que avanzan a recuperar el regimiento”.
“Y el grupo que sale a tomar el Arsenal de Luis Beltrán, son detenidos en la calle por la policía de la provincia”.
La toma del Regimiento 11 de Infantería “General Las Heras”
En la madrugada del 30 de noviembre de 1960, un grupo armado de más de cincuenta militantes peronistas al mando del coronel (RE) Julio Barredo y el general (RE) Miguel Iñiguez llegó hasta el Regimiento 11 de Infantería, en Rosario. Con la ayuda del capitán Juan Carlos Rossi y algunos suboficiales del regimiento se apoderaron de la guardia. Hubo un duro enfrentamiento no previsto en el que murió Julio Barredo, y tres de los defensores: el sargento 1° José Teodoro Valdez y los soldados conscriptos Juan Carlos Osorio y Aníbal Medina. En la madrugada, efectivos de la Gendarmería Nacional y de otras guarniciones acudieron al lugar y tras cuatro horas de combate recuperaron el cuartel.
En simultaneo al ataque al Regimiento 11, hubo acciones en Tartagal (Salta), y estallidos de bombas en el conurbano bonaerense.
Dos años de preparación
Miguel Montes que por entonces tenía 22 años recuerda: “En el 58 con Frondizi, los jóvenes peronistas abrimos una Unidad Básica que estaba en Catamarca y Constitución, allí nos reuníamos. Un día, Alejandro Vega, un trabajador municipal, me contó que estaba en contacto con militares que estaban preparando un golpe que nos permitirá recuperar el gobierno. Yo acepte enseguida y convocamos otros compañeros. Se sumaron Mollar, Sane, el petiso Cravero, el negro Zamora, el gordo Sanguinetti, y otros que no recuerdo”.
“Conspiramos dos años, preparándonos para el gran día, practicamos con todo tipo de armas; vigilábamos a los gorilas; mientras seguíamos sumando gente. Fueron dos años de intenso trabajo logrando una buena organización, yo era estafeta de la célula, tenía una moto Rumí con ella recorría todos los barrios.”
“Estábamos muy entusiasmados. El mayor Quiroga y el coronel Héctor nos visitaban para hablarnos de la acción, que nosotros queríamos que fuera ya, pero nos decían que deberíamos esperar la resolución de los jefes”.
“El plan había cambiado bastante en esos dos años, al principio íbamos a entrar nosotros por Ayacucho en colectivos. Pero eso fue cambiando en la medida que se fue sumando gente de adentro, es decir gente en actividad. Al último eran tantos, que parecía que, más que lucha, iba a ser un paseo”.
“El día llegó, y Vega me comunicó debía juntar a los muchachos. Así que salí a la siesta, con un calor bárbaro, a cumplir con mi tarea, que no resultó fácil. Más de uno vacilo, y hasta alguno se me escondió”.
Las acciones según el expediente judicial
Según puede leerse en el fallo del Juzgado Federal de Rosario, donde fueron juzgados los participantes civiles “el plan de la rebelión consistía en producir un alzamiento en el Regimiento 11 de Infantería, desde donde, y con la colaboración de los civiles implicados, se dirigiría una ofensiva armada al Arsenal San Lorenzo en la localidad de Fray Luis Beltrán”.
“Esta probada la existencia de una organización civil para la rebelión (...) En dicho movimiento tuvieron actuación destacada los procesados Héctor Lucio Constanzó , como agente de enlace con los militares rebeldes, y Américo Adolfo Gigena, como correo entre Costanzó y el oficial rebelde Barredo”.
“Esta probada la existencia de los siguientes grupos rebeldes : a) grupo “Casino de Oficiales” organizado por Alejandro Vega e integrado por Montes, Cravero, Mollard, Sanguinetti, Zann,. y Zamora; b) grupo “Guardias del Regimiento”, encargado de colaborar en la toma del Regimiento 11 de Infantería con los militares rebeldes; c) grupo “Arsenal San Lorenzo”, que respondía a las órdenes e instrucciones de Velázquez (prófugo ) y que debía actuar en la toma del Arsenal de Fray Luis Beltrán”.
“En la noche del 29 de noviembre, siendo las 21 horas, el oficial rebelde Forni del Regimiento11, hizo entrega de las armas a Américo Adolfo Gigena con destino a Fray Luis Beltrán, y a Alejandro Vega y José Raúl Cravero para el grupo "Casino de Oficiales”. “La casa de Carlos Roberto Zamora sirvió de punto de concentración de los miembros de la organización rebelde grupo Casino de Oficiales, y de partida para la acción donde se produjo el uso de las armas”.
Los resistentes del COR (Centro de Operaciones de la Resistencia)
Según la excelente investigación de Anabella Gorza “Peronistas y militares una vieja relación”, en la cabeza de la conspiracion estaban entre otros los militares retirados Miguel Ángel Iñíguez y Julio Barredo, y los sindicalistas Dante Viel y Armando Cabo.
El general Miguel Ángel Iñíguez fue uno de los militares que tomó parte en la acción defensiva del gobierno peronista durante el golpe de estado de 1955. Al mando del Regimiento 11 de Infantería de Rosario, llegó hasta Córdoba, que estaba sitiada. En 1956 participaba de la conspiración del general Juan Jose Valle, pero fue detenido un mes antes. En 1960 era considerado por los servicios de seguridad y la prensa como el principal ideólogo de la Resistencia Peronista.
Durante el gobierno peronista, el coronel Julio Barredo fue agregado militar en la embajada argentina en Francia; ayudante de campo del secretario de Ejército, general Humberto Sosa Molina, y colaborador del jefe del Ejército, general Franklin Lucero. A diferencia de Juan José Valle y otros militares fusilados en 1956, el nombre del coronel Julio Barredo, es casi desconocido en el panteón de los mártires del peronismo.
Dante Viel fue un reconocido dirigente de UPCN y siguió su militante gremial peronista hasta su fallecimiento. Armando Cabo (padre de Dardo Cabo) en ese momento era un dirigente de la UOM muy cercano a Augusto Timoteo Vandor.
Las acciones de la madrugada del 30 de noviembre
Al igual que había sucedido en el levantamiento de Valle en 1956, los militares implicados en la conspiración sobrestimaron el apoyo de sus colegas en actividad. Como recordaba Montes “al último eran tantos, (los conspiradores en actividad) que parecía que, más que lucha, iba a ser un paseo”.
Pero, los militares de adentro del Regimiento fueron pocos y el intento de toma fue violentamente resistido al punto de ocasionar cuatro muertos. El otro dato que marca la poca participación militar es el numero de condenados, 3 militares y 48 civiles. Esta claro que la militancia civil peronista se sumaba con mucho más entusiasmo que los militares a todas las conspiraciones que prometían el regreso de Perón.
Según Gorza, “el levantamiento de Iñíguez, además, adquiere significado, porque para algunos autores constituye el hecho que marca un punto de inflexión en relación a las estrategias de lucha del peronismo”. A partir de este último intento fracasado de “golpe nacionalista”, la militancia perderá confianza en los militares peronistas, y se volcará mas a las luchas gremiales, y en algunos germinará la idea de crear un ejercito popular al estilo de los sucesos de Cuba y Argelia.
Las acciones en Tartagal (Salta)
Alrededor de las 5 de la mañana del 30 de noviembre en Tartagal, el teniente coronel (RE) Eduardo Escudé tomó el edificio de la Municipalidad, estableció allí el "Comando Revolucionario del Norte". Por otra parte, un grupo de civiles conducido por el ex diputado peronista Tomás Ryan, se apoderó del Batallón de Escuela, la comisaría, la estación del ferrocarril, el aeropuerto, y las dos sucursales bancarias de la ciudad.
A media mañana, al recibir la orden del jefe de la V División de Ejército (Salta), coronel Guillermo Sánchez Almeyra, los efectivos leales detuvieron a Tomás Ryan, Clemente Avila y a Escudé, y recuperaron los edificios ocupados. En tanto, el resto de los rebeldes huía al monte en jeeps policiales y de Yacimientos Petrolíferos Fiscales. A la tarde comenzó la búsqueda de los fugitivos con aviones que, sin resultado, sobrevolaron la zona boscosa. Finalmente Sánchez Almeyra emitió un comunicado diciendo: "Reina absoluta calma en todas las guarniciones de Santiago del Estero, Catamarca, Tucumán, Jujuy y Salta".
Un matancero en Tartagal
El libro “Perfume de los Almendros” de Gerardo Médica, recoge el testimonio del resistente de La Matanza, José Roberto Maldonado: “En el 59, que ya estábamos organizados y que teníamos ordenes de viajar a Salta, porque se iba hacer un levantamiento, con un grupo de cuatro, Pila, Eloy González, Castro y otro más, nos preparamos para el viaje, siempre con dinero que era de nuestros propios recursos. (…) La orden era ir a Salta a tomar el Regimiento de Monte, allí había grupos de la resistencia vinculados a gremialistas del SUPE, porque Tartagal era una zona muy petrolera. Después de un largo viaje en tren, llegamos el mismo 29 a la mañana. Nos encontramos con el teniente Escudé y el sargento Clavell, y fuimos destacados para tomar el aeropuerto con dos muchachos más. Lo tomamos, y comunicamos por radio que se cerraba el aeropuerto por cuestiones climáticas. (…) Las órdenes decían que el General Perón iba a volver por Bolivia. Ese era el motivo de tomar el regimiento de Monte, que esta muy cerca de la frontera. Estaba previsto que se iba a levantar Tucumán, que no se levant, y fundamentalmente Rosario, donde Iñíguez iba a ponerse a la cabeza de la revolución”.
“Fracasa la toma de Rosario y tenemos que huir. Cuando nos dan a conocer el fracaso a eso de las 6 de la mañana, el grupo de salteños se dispersó, y nosotros tratamos de llegar a Bolivia por la ruta 34. Eramos un total de 23 compañeros”.
“Íbamos por la 34, cuando una patrulla de Gendarmería nos para creyendo que éramos contrabandistas. Nos detienen y nos llevan al cuartel de Pocitos. Nos pusieron a todos en un galpón donde había otros presos. El comandante vino, nos miró y dijo: ‘duró poco muchachos, que lástima, que tristeza’. Se notaba que él estaba al tanto y esperanzado en la conspiración”. “Fuimos a Salta con la enorme ilusión de volvernos a la cabeza del Ejército del Norte, escoltando el retorno del General Perón.”
Otros focos de la sublevación
En forma paralela a las acciones de Tartagal y Rosario, habían sido colocados explosivos en el Gran Buenos Aires con el aparente objetivo de aislar a Buenos Aires, aunque no todas las bombas estallaron en lugares estratégicos. Por otro lado, fueron cortadas en la ciudad de Mendoza las vías de ferrocarril y las líneas de teléfono y telégrafo, dejándola temporalmente incomunicada.
El papel de la Union Obrera Metalúrgica
Si bien son muchos los sindicatos comprometidos con el intento de Iñiguez (la mayoria de las 62 Organizaciones), la UOM en cabeza de Augusto Timoteo Vandor, aparece como el más comprometido. En ese momento era delegado de Perón, Alberto Campos, un hombre ligado a la UOM y a la CGT. Y entre los conspiradores rosarinos estaba Jose Notaro, también metalúrgico. La sospecha mayor recayó sobre la UOM, porque detectaron que el día anterior a la sublevación, habían retirado 17 millones de pesos en efectivo del Banco Nación, cuyo destino era sostener las acciones revolucionarias.
Fueron detenidos los dirigentes: Lorenzo Miguel, Luis Pugliese, Osvaldo Pérez, José Notaro, Paulino Niembro y Amado Olmos.
Y ordenaron la captura de: Augusto Timoteo Vandor y Rosendo García (que fueron quienes firmaron los cheques del Banco Nación); y de Dante Viel , Miguel Gazzera, Raul Ambrosio, Raul Cejas, Jose Norberto Vazquez, Luis Hinojosa, José Ignacio Rucci, Avelino Fernández, Alberto Alba, Ángel Rodríguez, Antonio Álvarez; Armando Cabo y Miguel José Mendoza “el Negro”, acusado por los organismos de seguridad, de haber sido el correo con Juan Domingo Perón, para impartir las instrucciones previas al movimiento del 30 de noviembre.
El rol de Perón
No hay constancias de que Perón haya dado instrucciones concretas para la acción de Iñiguez y su gente. Después del 55, Perón había perdido confianza en la oficialidad militar que se manifestaba nacionalista o peronista. Ademas desde 16000 km, se le hacía muy difícil, tener un panorama claro, de quienes podrían sumarse a este tipo de conspiraciones. Por lo tanto, lo más probable, es que “dejara hacer”. En su estrategia de guerra integral, este tipo de acciones sin mucha posibilidad de éxito, sumaban al golpear a la camarilla militar.
La posición del Partido Comunista y los 32 gremios
En los años setenta, no se entendía muy bien el porque de ciertas opiniones de los dirigentes sindicales peronistas contra el PC y otros partidos de izquierda. Pero, cuando revisamos la historia del movimiento obrero peronista, aparecen viejos agravios difíciles de digerir. Como lo fue la posición del Movimiento de Unidad y Coordinación Sindical (MUCS), un agrupamiento sindical conducido por el comunismo, ante la sublevación de 1960.
El MUCS se pronunció en un comunicado “contra todo golpe de estado considerando que sólo contribuyen a eternizar la anormalidad constitucional y por ende favorecer los planes de la reacción oligárquica e imperialista. Nada de golpes ni chirinadas a espaldas de los obreros, todo debe ser discutido en asamblea con la participación de los hombres y mujeres de trabajo”.
Los 32 gremios “democráticos” expresaron en un comunicado que: “los trabajadores han contemplado con indignación y repulsa la acción de un grupo de aventureros y agentes de la tiranía derrocada qué intentaron asaltar el poder para sembrar el terror entre la ciudadanía argentina”.
El detenido Jose Manuel de la Sota
Entre los condenados a un año de prisión aparece el nombre José Manuel De la Sota. Pero, el exgobernador cordobés José Manuel de la Sota, en 1960 tenía 11 años. Según wikipedia su padre se llamaba Arnaldo. Y entre sus amigos cordobeses no se conocía a este homónimo. El viejo militante Cacho Coronel consultó a la Silvia Zanichelli (la primer esposa de Jose Manuel), quien recordó que efectivamente se trataba de un hermano de Arnaldo, quien le puso igual nombre a su hijo. Y que, en el recuerdo familiar, este tío rosarino fue muy afectado psicológicamente en su paso por cárcel; estado anímico que lo llevó a vivir casi de ermitaño en una isla del Paraná.
Listado de condenados por las acciones en Rosario
El capitán Rossi y el teniente Forni, fueron condenados a 7 y 8 años de prisión, y el capitán (RE) Antonio Campos, a seis años de reclusión y destitución.
Civiles con condenas de uno a tres años de prision: Emilio Acosta, Pascual Bagnera, Luis Bauman, Roberto Barrios, Agapito Basualdo, Osmar Modesto Bustos, Juan Miguel Biscaini, Ángel Castaño, Fernando Dino Casaschi, Emilio Ciceri, Agustín Eliseo Corvalán, José Raúl Cravero, Darío Alberto Costanzó, José Raúl Vicente Crespo, José Di Fiore, José Manuel de la Sota, Lino Fretes, Emilio Galo, Dino Gradassi, José Alejandro Gigena, Enrique Alfonso González, Américo Adolfo Gigena, Miguel Ángel Hualde, Nicolás Lucero, Ramón Bautista Lucero, Ricardo Manchuqui, Juan Adelino Medina, Genaro Felix Roberto Menale, Omar Edmundo Mollard, Miguel Ángel Montes, Ángel Norberto Montero, Aldo Manuel Pérez, Oscar Generoso Quiroga, Raúl Roberto Quirós, Pablo Liberato Roldán, Sigfredo Alejandro Romano, Marcelino Rosales, Eguildo AlbertoSánchez, Héctor Hugo Sanguinetti, Eduardo Alberto Sarasibar, Hugo Albino Tacconi, Alejandro Vega, Raúl Nofer Valquinta, Carlos Panta, León Villagra, Estanislao Waniewsky, Carlos Roberto Zamora, Aldo David Zanni, Arturo Rioja.
Listado de condenados por las acciones en Tartagal
En Tartagal, los presos militares fueron: teniente coronel (RE) Eduardo Escudé; Mayor (RE) Schmit; sargento (RE) Francisco Zavala; sargento 1º (RE) Luis Ángel Clavell; suboficial principal de Gendarmería, Roberto Peralta; y sargento 1º de Gendarmería, Lorenzo Amarilla.
Los civiles detenidos fueron: Tomás Ryan, Clemente y Luis Avila, Julián Muñoz, Pedro Nievas, Enrique Fernández, José Roberto Maldonado, Faustino Echelú, Manuel, Enrique y Alejandro González, Luis Russo, Luciano Grosso, Manuel Rodríguez, Abelardo Bogarín, Silverio Kuriel, Gerónimo y Crisanto Castro, Alberto Chávez, Félix Frumboli, Marcial Cortéz, Luis Quinteros, Héctor Chacón, Carlos Santucho, Ernesto Rivero, Pedro Sayas, Fabián Martínez, Saúl Eguez, Oscar Montenegro, Abel y Luis Gómez, Fabián Pacheco, Agustín Severini, Luis Zavala, Alejandro Buiani, Agustín García, Leopoldo Vargas, Alfredo Caballero, Pedro Leaño, Alberto Fuenzalida, Leandro Vespa, Ernesto Lastero, Ernesto Olmos, Oscar Rivero, Juan Morales y Enrique Valdéz.
(*) Autor de "Salvados por Francisco" y "La Lealtad. Los montoneros que se quedaron con Perón".