Por Franco Hessling Herrera
Los casos de Loan y del diputado libertario acusado de pedofilia, sin dejar de mencionar la visita de legisladores oficialistas a genocidas, no sólo revelan que en Argentina se deja actuar al crimen organizado, también revelan que la oposición progresista no tiene fuerza para instalar presión al gobierno.
Hay dos temas que increíblemente pasaron al olvido con los videos de la ex primera dama Fabiola Yáñez y del expresidente Alberto Ángel Fernández.
Y decimos “increíblemente” por el tenor de los mencionados asuntos, los que rápidamente se archivaron como traspiés públicos que el arco mediático aliado al libertarianismo -por lo pronto, todos los medios hegemónicos salvo los del Grupo Indalo-, pese a que en otras coyunturas podrían haber significado incluso la dimisión de ministros.
Por si al lector todavía no se le ocurren cuáles pueden ser esos temas, alcanzados por lo que los teóricos de las agendas han llamado “agenda cutting”, los exponemos sin más rodeos: la desaparición del pequeño litoraleño Loan, que lleva más de dos meses extraviado, y la fuga y posterior captura del diputado libertario por Misiones, Germán Kiczka, acusado por pedofilia.
Esos dos casos extremos de oprobio podrían complementarse con un tercero que tampoco ha tenido en los medios la suficiente acogida o, por lo menos, la difusión y tratamiento que hubiesen tenido si los ánimos políticos fuesen otros. La visita de legisladores nacionales libertarios a genocidas probados y condenados se ha relativizado hasta el punto de volver el tema como una mera cuestión de disputas internas entre los diputados oficialistas, como si el hecho de congraciarse con genocidas fuese algo natural, tanto como el propio presidente Javier Gerardo Milei con respecto a B. Netanyahu.
Los dos primeros hechos tienen un punto en común que los separa de la visita de los diputados libertarios a los represores y genocidas. Tanto la desaparición de Loan como los indicios de dónde podría estar el hermano del diputado misionero -también acusado de pedofilia- conducen a la frontera litoraleña argentina, la que se comparte con Paraguay y Brasil, afamada por su porosidad para el contrabando y los tentáculos de acción de la criminalidad organizada transnacional.
No hagamos hincapié en que esos indicios conducen, como todos los caminos a Roma, a una unívoca conclusión al respecto del avance del crimen organizado en Argentina. Tampoco digamos cuán responsable es el Gobierno nacional, el actual y los recientemente anteriores, con relación a este avance y la falta de acciones concretas en el caso de Loan. Nos enfoquemos, en cambio, en la falta de capacidad de la oposición para generar la suficiente presión.
No culpemos a toda la oposición de lo que sólo puede arrogársele al peronismo progresista, a lo que a nivel mundial se conoce como “wokismo”. Ese espectro, más fortalecido durante el gobierno de Mauricio Macri como oposición activa y sin demasiados intereses comprometidos, logró imponer como causa nacional la consigna “¿Dónde está Santiago?”, cuando el activista desapareció luego de una protesta de comunidades nativas del sur del país.
Lo que nos demuestra el escenario actual como novedad no es la intención de ocultamiento del gobierno y su arco mediático acólito, sino, más bien es la incapacidad del wokismo vernáculo para constituirse como grupo de presión con causas que, en principio, causan una solidaridad automática de la ciudadanía. La desaparición de un niño como Loan, sin ir más lejos, causa menor prejuicios y mayor empatía que la de un activista de pelo y barba largas. El dato preocupante de esta realidad no es la indolencia de un gobierno de derecha y de la mayoría de los grandes medios ante hechos pasmosos, el dato preocupante es la falta de capacidad de la oposición woke para instalar su propia agenda.