Por Josefina Medrano
Hoy quiero compartir con Uds. un tema que me moviliza en lo profundo y diría me sorprende. La necesidad que hay de adquirir cualidades que de repente parecen esenciales del ser humano y más que necesarias en el personal de salud.
Hace unos días lleve a mi madre de casi 86 años aun servicio de salud para colocarle una medicación, ya que de repente comenzó con una reacción alérgica. Sábado a la tarde, frio de invierno y calma en la villa. Llegamos a donde decía entrada y la puerta estaba cerrada, nos movimos a otra un poca más allá y tocamos un timbre. Del otro lado una vos nos llamaba. Volvimos. Una mujer de contextura pequeña y anteojos nos recibió diciendo: ¿Que no saben leer? ¡La entrada es por acá!
Entrecruzamos miradas con mi madre que a cada momento se ponía más rubicunda y guardamos silencio. En ese momento pensé ¿no será que la enfermedad la está tratando mal para que Ud. lo haga también? Y sin mover un solo musculo de la cara, para no alentar a la respuesta de mi madre, me enfoque en el motivo de la visita.
Amabilidad y compasión, temas centrales de un foro en salud del que participe hace poco. Preocupación no solo mía sino mundial, no solo en la atención de la salud sino en la vida diaria. ¿Que nos está pasando?
En este mundo gélido donde el otro casi no importa y nos pasa desapercibido, ser amable y compasivo ¿puede ser muchas veces visto como suave o mostrarnos débil? Nada más lejos de la verdad y si vamos a llevar vidas sostenibles y con significado, debemos tener el coraje y la sabiduría de hacernos centrales en la ecuación de la amabilidad y la compasión. Es cierto que a veces sobre todo en estos tiempos donde la vorágine diaria te lleva, puede resultar muchas veces agobiante esta postura solamente para con el otro sintiéndonos cansados, amargados y con un sistema de salud que aún está lejos de cuidar al que nos cuida. Será por eso que hasta en algún punto y sin justificar, podría comprender la actitud de esta mujer, pero que seguramente deberá trabajar para mejorar, ya que toda su capacidad técnica no fue suficiente para ayudar en el camino del arte de curar.
La empatía en medicina importa más allá de que los sistemas lo faciliten o no. Y hay sobradas pruebas de la mejora y recuperación de los pacientes en ambiente acogedores con personal amable. La escucha atenta y considerada al relacionarnos con el que padece no es solo una cuestión moral. Es también cuestión de eficacia. Varias investigaciones han demostrado que los médicos que más se ponen en el lugar de sus pacientes obtienen mejores resultados clínicos. La revista The Lancet, en una revisión de estudios publicada en 2001, concluyó que los facultativos “cálidos y amistosos” tienen un “importante efecto terapéutico sobre sus pacientes”.
Si bien los pacientes pueden sentir en ocasiones lo veloz y despersonalizado de la atención en el sistema de salud, manifestándose de mala manera contra el personal, ellos pueden preguntarse cómo ser más cercanos y dedicar más tiempo cuando las salas de esperas están llenas. Donde los financiadores fomentan acortar las consultas para optimizar los recursos. Y donde la incorporación de la tecnología de punta resulta prioridad sobre el tiempo de encuentro con el paciente. Responsabilidades compartidas en sistemas disfuncionales que deberían ser temas de profundo análisis.
Este ovillo de falta de amabilidad y compasion de pacientes y personal de salud es un ejemplo claro de lo que vive el mundo en sus relaciones. La dificultad de estos tiempos, tanto sociales, laborales, económicas, etc, crean relaciones distantes, egoístas, sin valores, donde todos somos partes.
Gran tarea tiene el mundo de trabajar en esta necesidad de cambio. A la vista de esta necesidad comencemos por ser amables y compasivos con nosotros mismos sin que esto signifique un acto egoísta. Pues será así como podremos derramar sin esfuerzo estas actitudes engrandecedoras en el otro. En salud, decirle tu nombre al paciente, sentarte cerca de él, no interrumpirle. Mirarlo a los ojos. Tomarse el tiempo para que comprenda un diagnostico o unas indicaciones. Y cuantas cosas más que al final serán sumamente gratificantes en la tarea diaria y harán la vida más bonita.
Y puedo dar certeza de eso, recordando lo que me dijo alguien alguna vez “abrir los ojos en la terapia y ver tu cara de médica y cuñada me dio paz, fuerza y seguridad para seguir luchando, fuiste parte importante en mi recuperación y por eso hoy estoy acá agradeciéndote”. Ejemplo claro que la cura de las enfermedades empieza así, con este mágico medicamento, de amabilidad y compasión, de bajo costo y alto impacto.
Los invito entonces a repensar la importancia de la amabilidad y la compasion en sus vidas diarias, sin importar a que se dediquen, y trabajar para que todos juntos vivamos en mundo mejor.
Josefina Medrano fue ministra de Salud de Salta.