Por Antonio Marocco
En estos días nos llenó de tristeza y nostalgia el fallecimiento de Néstor Salvador Quintana. Quiero empezar esta columna enviando un fuerte abrazo para su familia.
Se nos fue un amigo y un maestro para muchos. Se nos fue un periodista, un docente y un político respetado por todos.
Supongo habrán tenido un gran trabajo los periodistas que todavía escriben necrológicas y homenajes. Pues repasar la vida de Néstor, que cumpliría 91 años la semana que viene, es repasar la historia de Salta de por lo menos los últimos 50 o 60 años.
No voy a detenerme en sus pergaminos. En su trayectoria por los medios más importantes del norte argentino, en sus libros escritos con dedicación, en su militancia irrenunciable y en su querido radicalismo. No voy a detenerme en su pasión por la docencia y la investigación.
Quiero resaltar su figura como la de un hombre que siempre intentó hacer lo correcto; que jamás superpuso el interés personal al interés colectivo, que siempre criticó la violencia y bregó por la convivencia democrática para encontrar caminos que hagan a la sociedad mejor.
La figura de Néstor cobra relevancia en estos tiempos turbulentos. Tiempos de grieta y beligerancia. Es importante resaltarlo, porque la vida es mucho más que la burbuja que construyen las redes sociales. Para la buena política, para el buen periodismo y para una vida más digna, es más valioso ser buena persona que ser viral.
A fines del año pasado, cuando se cumplieron 40 años de democracia, con el gobernador Gustavo Sáenz coincidimos en que el orador principal del acto no podía ser otro que Néstor Salvador Quintana.
Ese día se descubrieron los bustos del presidente Raúl Alfonsín y del gobernador Roberto Romero. Con una síntesis magistral y un relato muy emotivo, Néstor recordó a la gesta de 1983 como una conquista que trascendía a los partidos y a las diferencias políticas de la coyuntura.
Cuando terminó su discurso, en el que hizo un llamado a recuperar el humanismo y la unidad nacional, los ex gobernadores, legisladores, periodistas, estudiantes y militantes presentes lo aplaudieron de pie: como se aplaude a las personas que dicen lo que piensan y hacen lo que dicen.
Néstor, hay que decirlo, estaba afligido por el clima político de la actualidad. Su preocupación tenía razones y experiencia de sobra. Por eso insistía en la necesidad del trabajo mancomunado, en la importancia del diálogo franco entre las distintas fuerzas políticas y en la necesidad de lograr consensos que permitan impulsar políticas de estado a mediano y largo plazo.
Era optimista, sabía que la Argentina lo había logrado antes y sabía que podemos volver a lograrlo. Me quedo con eso.