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Esta semana hubo buenas noticias para Salta: llegada de inversiones privadas, inauguración de infraestructura, incorporación de tecnología, crecimiento del turismo y mejoras en el sistema de salud. Pero es difícil ponderar todas estas cosas en medio de una situación como la que estamos viviendo.

Por Antonio Marocco

Asistimos a una semana dramática, animada por los múltiples focos de incendios desplegados a lo ancho y largo de la geografía provincial.

Muchos de ellos, según ya consta en expedientes judiciales, generados por la propia mano del hombre, cuyos propósitos generalmente están más vinculados a la posibilidad de expandir negocios que a la inocencia o la ingenuidad: Quema ilegal de basura o cañaverales. Expansión de la frontera agropecuaria a partir de la desaparición de las yungas y el monte.

La lluvia trajo un respiro. Pero sin dudas no es suficiente. Se deben extinguir los focos latentes y montar un sistema de prevención inmediato.

El gobernador Gustavo Sáenz estuvo recorriendo la zona más golpeada, en el norte provincial, relevando la situación y poniendo a disposición todo el aparato del Estado para enfrentar las llamas. Las instrucciones también incluyen asistir a los que perdieron todo y trabajar para revertir el pasivo ambiental, salvaguardando toda la flora y fauna que se pueda preservar.

Hay que decirlo, las asimetrías históricas ponen a nuestra provincia en clara desventaja a la hora de enfrentar estas catástrofes: nos hacemos cargo con mucho menos equipamiento y recursos humanos que las provincias ricas del centro del país.

Hace no muchos meses la Argentina fue testigo de una tragedia ambiental de dimensiones aún peores: lo que ocurrió en Corrientes, donde el fuego arrasó más de 800 mil hectáreas, alrededor del 10% del total de la superficie de la provincia litoraleña.

Y si bien es cierto que muchos de los focos que originaron el desastre, tanto en Corrientes como en Salta, son responsabilidad e intención de seres humanos desapegados por la vida, es igual de cierto que las dimensiones alcanzadas por estos incendios están estrechamente vinculadas con el cambio climático.

Hoy es el fuego lo que ocupa las portadas de los diarios y las redes sociales, pero mañana serán las olas de calor, las sequías o las inundaciones. En Europa, se estima que este año murieron al menos 10.000 personas a raíz de las altas temperaturas. El mundo sabe lo que está pasando, pero sigue sin estar preparado.

Ya no solo se trata de honrar, valorar y preservar a la naturaleza. Se trata de la vida humana.

Estamos convencidos que no hay desarrollo posible si no se garantizan condiciones de sustentabilidad. La preservación del medioambiente es innegociable. Y los incendios que hoy nos han compungido deberían ser el llamado de atención que necesitamos para terminar de comprender el valor de la vida y la naturaleza.