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Por Natalia Aguiar

La tensión en el seno del Gobierno se corta con un hilo, porque las negociaciones con el Fondo Monetario Internacional están bajo la lupa. Se prende fuego. Dos fracciones en el oficialismo se debaten la concreción del mismo.

Por un lado, Alberto Fernández que quisiera acordar cuanto antes con el organismo internacional una deuda millonaria que afectará las posibilidades de reelección, a su propia gestión y a cualquier otra que venga. Mientras Cristina Kirchner boicotea el acuerdo porque pretende que se solucione después de las elecciones. Como si nos sobrara tiempo…

Alberto, acorralado por Cristina, apuesta a postergar el pago de 731 millones de dólares que vencen el 28 de enero, si antes no se pacta un programa económico que evite un fuerte ajuste fiscal en 2023, lo cual complicaría las intenciones de reelección que mantiene el Gobierno. Esto sería una moratoria fiscal ejecutada por los deudores, o sea Argentina. Es que no existe el concepto de default en relación a las deudas de países que no pagan al FMI. Pero si no se llega a un acuerdo entre Fondo y Gobierno hasta antes del 28 de enero para pagar esos 731 millones de dólares, el costo para Argentina será mayúsculo. Significará una crisis en el sistema económico y financiero del país.

Argentina debe refinanciar una deuda de 44.000 millones de dólares contraída por Mauricio Macri, que aunque el crédito fue de 55.000 millones de dólares, el FMI sólo emitió 44.000 millones de dólares, ya que al ganar el kirchnerismo las elecciones primarias de agosto de 2019, el organismo se negó a enviar más dinero. Crédito que fue para paliar la deuda soberana y financiar el déficit fiscal.

Aunque desde otra perspectiva también sería el fracaso de la negociación de Kristalina Georgieva y su staff con Argentina, el principal deudor del FMI según analistas.

 

El fracaso peronista

Se perdieron dos años de negociaciones con el Fondo, y no mantienen unidad de pensamiento o estrategias para paliar este conflicto al que hay que destrabar si o si, porque están en juego la economía, las finanzas, la disponibilidad monetaria de los argentinos. Los índices de pobreza, la inflación, el futuro en juego. Pero dentro de la coalición de Gobierno existen diferencias, internas, guerras de egoísmos y boicot. El resultado final no puede ser bueno ante ese panorama.

Alberto Fernández mandó en misión “salvataje” a Santiago Cafiero para intentar acercar posiciones con Washington, pero Cristina Kirchner le boicoteó el plan. Antony Blinken, canciller norteamericano, le pidió a Cafiero que la Argentina tuviera un plan económico razonable para presentarle al Fondo Monetario. ¿Se logrará? Silencio de radio…

Y pese a tantos desatinos del Gobierno, mientras Cafiero acude a pedir socorro a Estados Unidos con el FMI, el presidente Alberto Fernández se prepara para emprender un recorrido por Rusia, para visitar a Vladimir Putin, acérrimo enemigo de Washington.

Pero el Gobierno argentino no tiene ese plan económico y entre sus referentes no se ponen de acuerdo, en todo caso, se ponen obstáculos. Quizás la alianza de Gobierno no pueda entre sus referentes, Cristina, Alberto, Sergio Massa y Juan Manzur en representación de los gobernadores, acordar un plan económico con el consenso interno y el acuerdo de la oposición.

Ni de un lado, ni del otro, ni de adentro, ni de afuera, surgen ideas conciliadoras. No hay proyección a futuro y las internas no hacen más que alejar y alejar. Alejar posiciones y alejarse de la gente. También de la reelección.
El peronismo está centrado en las internas y no puede ver más allá de ello. Como si caminara en aceite, sin rumbo, para ser claros. O bien como perro que se busca la cola y da vueltas sobre sí, sin solución de continuidad.

Entre las otras inconsistencias del Gobierno y de la política exterior, Alberto camino a Rusia, mientras su par Vladimir Putin nunca le respondió sobre el requerimiento de detención del vicepresidente de Irán, Mohsen Rezai, quien supuestamente anduvo por Moscú y sus alrededores. Además, el presidente nicaragüense Daniel Ortega, destrató a la Argentina al hacer participar de su asunción a Rezai. Es que Mohsen Rezai es un alto funcionario iraní, cuya detención es reclamada por Argentina desde 2007, por su importante participación en el atentado de la Mutual Judía AMIA. La Cancillería emitió una carta ante Nicaragua en reclamo de los sucesos y resaltando que Rezai está imputado como autor intelectual del atentado a la AMIA. La Organización de Estados Americanos, respaldó a Argentina.

Alberto, ya apodado “Si, señora”, no descartó su viaje a Moscú ni plantó bandera en Nicaragua, es decir no retiró al embajador en Managua, Daniel Capitanich. Faltan baños de dignidad para encarar la administración Argentina. ¿Todo vale?

Es que Cristina y Axel Kicillof fueron los que contrataron con Putin la vacuna Sputnik V, que no es aceptada en el resto del mundo. Mientras Cristina en plena pandemia cerraba puertas con los más prestigiosos laboratorios del mundo, y acordaba con Putín, Alberto más tarde, acorralado por la realidad, debió negociar con Pfizer y Moderna. Será que Cristina se desvela y admira el totalitarismo ruso y el nicaragüense. Como también por el régimen cubano o venezolano. La tiranía en vez de la razón, la igualdad, la democracia.

Cristina avaló a Putín, allá por el 2014 cuando era presidenta, y convalidó la anexión de Crimea a Rusia. Ahora, la paz mundial está en vilo por los proyectos expansionistas de Putin. Estados Unidos y Europa toda, están en defensa de Ucrania. ¿Cómo queda Argentina ante este conflicto mundial? ¿Qué pasa con la postura y la identidad de Argentina como defensora de Derechos Humanos, cuando por un lado avala a Putín en su afán colonizador, y por otro lado pretende recuperar las islas Malvinas?

Desde la Primera y Segunda Guerra Mundial, se establecieron organismos internacionales para la defensa de los Derechos Humanos, que según el Derecho Internacional, la violación o vulneración de los mismos, es una cuestión de índole mundial, supera las barreras geográficas de los países, y es una cuestión que involucra a la Humanidad toda. Sin embargo, Cristina Kirchner está convencida de que las terribles y sistemáticas violaciones de derechos humanos en Venezuela, Rusia, Cuba y Nicaragua, son cuestiones propias de cada estado y que los individuos podrán acudir a la justicia interna para denunciar estas conculcaciones a la inherencia del ser humano. A la calidad de tal.

En el Palacio San Martín, sede de Cancillería, Cristina timonea el barco de la mano del vicecanciller, Pablo Tettamanti, embajador de carrera y militante kirchnerista a ultranza. Cafiero nunca se atrevió a desafiarlo. Está claro quien manda… “Si señora”.

Falla no sólo la política exterior, sino la interior. Las internas y desacuerdos de la coalición de Gobierno podrían llevar a la Argentina a una crisis económica mayúscula y a errores en la política internacional que harán menos confiable a nuestro país al momento de intentar atraer inversiones. La oposición tampoco colabora. Argentina enfrenta un gran desafío. Que sea tal y no el abismo.