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Por Carlos Rodas, Secretario General de la CGT Regional Salta

Las trabajadores del mundo llevamos años perdiendo cuotas de participación en los frutos de nuestro trabajo; perdiendo, en paralelo, influencia política y capacidad de presión. Pero dedicaré estas líneas a los grandes desafíos que tenemos por delante los trabajadores salteños.

En el ámbito que nos es más próximo (el Norte Grande) tenemos por delante la responsabilidad prioritaria de luchar contra las desigualdades y contra el trabajo indecente. Salta es la provincia más desigual de la Argentina; padece el 50% de trabajo en negro; la violencia y la discriminación dañan a las mujeres; la marginación y el hacinamiento es la realidad cotidiana de miles y miles de compañeros sin trabajo y sin derechos.

Hay por estos pagos mucho autoritarismo patronal y mucha inacción del Estado. Para transformar esta dura realidad -que lleva décadas- necesitamos que los actores sociales giren hacia la participación y la eficacia de los derechos que tenemos reconocidos, muchos de ellos con rango constitucional.

La creación de un Ministerio del Trabajo dotado de competencias y de medios; la reforma del proceso judicial laboral para acabar con la morosidad y las barreras invisibles que perjudican al trabajo asalariado, son requisitos inexcusables para refundar el Pacto Tripartito.

Pero tenemos otro desafío central: reconstruir la estructura confederal del movimiento obrero salteño. La CGT Regional Salta tiene una larga trayectoria de luchas y de éxitos, y también períodos de crisis. Nuestra memoria histórica nos enseña que ningún sindicato aislado está en condiciones de transformar la penosa realidad que aqueja a los trabajadores que trabajan y también a quienes no trabajan, por haber perdido su empleo o por estar condenados a integrar el ejército de trabajadores excluidos de los derechos o, lo que es lo mismo, expulsados del mundo de la dignidad, la libertad y el bienestar.

En los meses que llevo como Secretario General a cargo de la normalización de nuestra Regional -junto al Consejo Directivo que me acompaña-, hemos puesto el énfasis en la reconstrucción de la solidaridad intergremial (las instancias de coordinación con las dos CTA es una prueba de este empeño), en la construcción de equipos técnicos en condiciones de ayudar a las organizaciones confederales en su difícil tarea, y en el rescate de la memoria y de los símbolos propios del sindicalismo salteño.

La conducción sindical salteña sabe que vivimos momentos cruciales en donde está definiéndose nuestro futuro. Sabe de la necesidad de superar vicios institucionales que alientan malas decisiones y que anteponen los intereses especulativos al interés general. De la necesidad de desburocratizar las estructuras estatales del Norte Grande. De la necesidad de abrir espacios de participación en las mesas donde se decide el futuro de la minería, del trabajo no registrado, de la compatibilidad entre producción y ambiente, o del empleo público municipal, por citar solo ejemplos que están a la vista.

Los trabajadores salteños estamos diciendo basta a la marginación, al ninguneo. Estamos exigiendo cambios en las prestaciones de salud y educación para ganar en autonomía y calidad. Necesitamos medidas para facilitar a los jóvenes capacitación laboral en sintonía con las nuevas oportunidades de empleo que están abriéndose, por ejemplo, en la Puna.

Queremos sentarnos con el gobierno provincial y con los empleadores para definir por consenso las reformas que son imprescindibles para salir del atraso, la pobreza y las inequidades.